JORGE FERNANDEZ DÍAZ - La Logia de Cádiz

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La Logia de Cádiz.

Que bonito libro. Corto. Pero la verdad muy bien escrito. Lo escucho a Fernandez Díaz en uno de los mejores programas de radio que seguí en mi vida. "Sentimientos Encontrados", de Lunes a Viernes de 21 a 24 hs. por Radio Mitre, AM 790. Arrancando con la lectura de algún escrito propio y abarcando luego los temas mas diversos. Muchas veces con algún buen invitado como para darle aún mas brillo a un excelente programa.
¿Por que tanta publicidad a la radio en vez de hablar del libro?.  Sencillamente porque una noche, Fernandez Díaz, leyó de este libro, la batalla de San Lorenzo. El autor contó esa noche, que San Martín había sido en su infancia, lo que para la mía fue Superman o Batman. Estos últimos aún no habían nacido. Y siempre creyó que la historia no le había hecho justicia. Así que, según sus propias palabras, se embarcó en un largo proyecto de otorgar a San Martín, algo mas de brillo que los manuales Estrada.
El libro se centra en  dos batallas, Bailén y San Lorenzo. Estos dos episodios son los únicos que conservan su orden cronológico. A partir de ambos, el autor va y vuelve entre su infancia, juventud, últimos días, su perfil masónico y político, el cruce de los Andes, Perú, Alvear, etc, etc, etc. Un libro al que le doy 5 javitos, auque sin perdonarle al autor que no haya escrito mas. Es un "bocado"; exquisito, si, pero hubiese preferido quedar "pipón" y no "hambriento".

Algunos pasajes marcados para no olvidarlo:

[...] Pero el general le respondió encogiéndose de hombros: ¿Para qué sirve la gloria si no alcanza para detener las lágrimas de una chiquilla? Tal vez no era consciente de que estaba dictando una frase para la historia de la falsa modestia. [...]

[...] Ningún general enemigo es tan soberbio e impiadoso como la vejez y el deterioro. [...]

[...] San Martín, por entonces, no hablaba inglés pero lo sospechaba. [...]

[...] Los Robertson eran también agentes del servicio secreto de su Majestad, y operadores comerciales de la Gran Bretaña en América, aunque de todo esto solo hubo pruebas muchísimos años después, cuando se abrieron los archivos de la Foreign Office. Tenían una particularidad: siempre estaban en el lugar adecuado y en el momento justo. El caudillo oriental José Gervasio de Artigas encontró a uno de ellos en su campamento de la Purificación. Carlos María de Alvear les hacía confidencias y les encomendaba misiones. Negocios mineros colocarían a uno de los Robertson en Guayaquil, justo cuando Bolívar y San Martín hicieron un decisivo pacto territorial y político. El presidente de las Provincias Unidas, Bernardino Rivadavia, nombró a los hermanos en el directorio del Banco Nacional y también en el Banco de Descuentos, y fueron ellos mismos los intermediarios del empréstito con la Baring Brothers, primer ensayo de la deuda externa argentina. Ahora un Robertson estaba en el camino de San Lorenzo. [...]

[...] Algunos años después Alvear le escribiría una carta al canciller inglés diciéndole abiertamente: « Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su Gobierno y vivir bajo su influjo poderoso ». [...]

(¿Que me dicen de tamaño hijo de puta?. Rivadavia, Alvear... empezamos gobernados por cipayos y asi continuamos hasta la fecha. )

[...] Wellington [...][...] , el gran jefe inglés dijo: « Salvo una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada ». Viendo que el fracaso de los franceses fortalecía a Fernando VII y a la contrarrevolución en sus colonias, San Martín le escribió a un amigo: « El maldito Bonaparte la embarró al mejor tiempo: expiró su imperio y nos dejó en los cuernos del toro ». [...]

[...] Viendo que el fracaso de los franceses fortalecía a Fernando VII y a la contrarrevolución en sus colonias, San Martín le escribió a un amigo: « El maldito Bonaparte la embarró al mejor tiempo: expiró su imperio y nos dejó en los cuernos del toro ». [...]

[...] cuando la leyenda es más grande que la verdad, debemos publicar la leyenda. [...]


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